martes, 24 de mayo de 2011

Lo Mejor de la Vida Rona Jaffe



En 1958 Rona Jaffe, tras llevar tiempo trabajando en el mundo editorial de Nueva York, decidió escribir una historia sobre mujeres. Primero se basó en sus propias vivencias, y en la de sus amigas; pero luego amplio el margen de estudio a otras 50 mujeres de diferentes ambientes sobre sus vivencias y anhelos personales. Y así se escribió Lo Mejor de la Vida, una novela que en breve triunfó. La autora no quiso sólo contar historias sin más, sino que aprovechó para hacer un verdadero retrato social. Aunque en aquella época no se hablaba de los problemas de la mujer, tales como el acceso al trabajo, la importancia de su papel en la sociedad, el acoso sexual, etc. Rafe plasmó sutilmente todos estos conflictos existentes en su novela.
Así realizó una novela basada en la historia de 43 mujeres principalmente, y alguna otra de manera secundaria. En ella podemos leer muchas de las inquietudes de la mujer en aquel momento, principalmente impuestas por la sociedad que les rodeaba. Aunque algunas veces las situaciones descritas leídas por una mujer del siglo XXI pueden chirriar, hasta hacer daño, poco a poco la novela te introduce en sus historias, en su mayoría, algo tristes, y siempre la mujer algo mal parada. También son relaciones llenas de hipocresía, como la de la protagonista, o llenas de amargura y obsesión, o simplemente desgraciadas con algunos finales felices. En realidad son historias similares a las actuales pero llenas de conflictos sociales que atormentaban a la sociedad hasta la locura. El libro es bueno, como retrato de una época, y como lectura, muy recomendable.
Por cierto el guión de la serie actual Mad Men está basado en esta novela.

domingo, 22 de mayo de 2011

15 M



Sí, domingo 22 23:30 de la noche, hemos terminado de ver la obra de teatro, de nuevo nos han hecho ir a meter un papelito en una urna, menos mal que yo me equivoqué al hacerlo, creo que voté algo mal, deberé pedir disculpas. Lo dicho se cierra de nuevo el telón donde o gana el actor o gana el empresario, pero nunca el publico. Y así es la política actual de nuestro país, porque nuestra opción es la falta de elección, y así no hay manera de hacer nada. Pero hace una semana salimos de nuestros caparazones , asomamos la cabecita, para descubrir que somos muchos los indignados, que somos muchos los insatisfechos, que somos muchos los que vemos todo negro pero visualizamos un futuro a base de cambios, que somos muchos los que sentimos igual. La única solución, la movilización, hasta que se escuche el clamor popular, hasta que dejemos de ser publico para poder ser actores, y no marionetas; hasta que las reformas necesarias se realicen y dejen los políticos de acomodarse como si fueran jubilados en Benidorm.
Deberemos de seguir atentos, no bajar la guardia, y seguir peleando, ahora que al menos sabemos que no estamos solos....

miércoles, 11 de mayo de 2011

Aprender a Volar


Aterrizó con dos horas de demora, sabía que su familia llevaría horas esperándole, podía imaginar la cara de su hermana, agriada, triste, y desolada. Era el rostro que le acompañaba desde hacía dos meses, desde que había roto con el inútil de su novio, porqué este se la pegaba con todo aquello que caminase con tacones. Pero también esperaba el rostro iluminado por la sonrisa que caracterizaba a su madre, una mujer siempre risueña y cariñosa que miraba a la vida de frente y sin amedrentarse. De todos modos las reuniones familiares nunca habían sido su fuerte, siempre que tenía que acudir a alguna, alguien acababa reprochándole su dejadez, y su desarraigo familiar. Esta vez suponía que sería igual, empezaría bien pero terminaría mal.

Finalmente recogió su maleta de la cinta y salió de la sala de llegadas, miró en rededor pero ninguna cara le resultó conocida. Habrían olvidado que llegaba ese día, o agotadas de esperarle le habían dejado allí. Inmediatamente, según el móvil cogió cobertura, le sonaron varios pitidos anunciándole que tenía varias llamadas perdidas, todas ellas de su hermana. Comprobó el buzón de voz y escuchó a su hermana diciéndole que acudiera directamente al hospital san José pues su madre se encontraba mal. En ese momento todo giró al su alrededor, entre el cansancio del viaje y la noticia su cuerpo se desubicó. Cogió el primer taxi libre que encontró y en veinte minutos llegó al hospital.

Como en todo hospital de pueblo la actividad era mucha pero relajada, todo parecía estar controlado, con excesiva lentitud. No encontraba a nadie que le pudiera atender, finalmente la enfermera le indicó que acudiera a la sala de espera donde encontraría a sus familiares. La escena que se encontró no pudo ser más desoladora, su hermana, abrazada a su tía lloraba desconsoladamente. El resto de caras conocidas se encontraban en similares circunstancias, caras tristes y ojos llorosos le auguraban una mala noticia.

Al verle, su hermana gritó y cayó desmayada, rápidamente se la llevó una enfermera para recostarla en una camilla. Finalmente su tío Julián, con algo más de templanza, le saludó y le comunicó que su madre había sufrido un infarto de camino al aeropuerto y ahora se hallaba en un estado de semiinconsciencia, aunque estable, los médicos no estaban convencidos de si su corazón, tan maltratado por la vida, iba a superarlo.
La situación era complicada, el motivo de su viaje en aquella ocasión era para poder hablar entre toda la familia sobre el futuro de su primo de 4 años, huérfano desde hacía un mes, tras un accidente de tráfico de sus padres. Su madre pensaba quedarse con él, y parecía que era lo adecuado, ya que los abuelos de este eran demasiado mayores para hacerse cargo de un niño tan pequeño. Y ahora se encontraba con esta situación que descontrolaba del todo su ya desorganizada vida.

Algunas horas más tarde el medico con cara compungida les comunicó que finalmente, y sin demasiado sufrimiento el cuerpo de su madre había sido vencido. Menos mal que antes había dado tiempo a las emotivas despedidas anticipando un hecho que parecía inevitable.
Tras solucionar todo el duro papeleo del entierro, se fueron todos en el coche de la madre al chalet donde ella vivía, a las afueras del pueblo. La casa se encontraba al final de un paseo enmarcado por olmos, donde tras la casita de la familia se hallaba un precioso río. Era un paraje espectacular y acogedor que ese día, aunque soleado, se mostraba siniestro y melancólico. Tras dejar a los tíos en su casa, cercana a la de su madre, entraron en el chalet, donde la vecina estaba al cargo del pequeño Luís, y donde olía a la comida que su madre había dejado en el puchero para acoger como dios manda a su hijo, tras meses sin verle.
La casa estaba preciosa, toda limpia, colocada, llena de flores y luz, tal y como siempre la encontraba en sus visitas. Le pidió a la vecina que se quedara con ellos hasta después de cenar. Su hermana ya estaba durmiendo pues los tranquilizantes dados en el hospital la habían dejado agotada y él necesitaba centrarse, todo había sucedido excesivamente rápido y prácticamente no había podido ver las cosas con objetividad.
Se sentó en el sillón del cenador, y mecido por los sonidos del campo en plena primavera, su mente empezó a relajarse y a ordenarse. Los últimos meses habían sido trágicos, sí esa era la palabra, todo un sinfín de problemas familiares y personales se habían sucedido sin pedir la vez. A lo familiar acumulado debía sumar la ruptura con su último novio, algo realmente tortuoso, pues Miguel siempre había sido propenso a la tragedia. Todo junto estaba resultando ser realmente insoportable. Si bien es cierto que nunca había sido una persona centrada, ni excesivamente responsable, parecía como si últimamente el mundo se hubiera puesto de acuerdo y le forzaran a cambiar a pasos forzados.
Ahora debía hacer balance, y volver a una realidad que se mostraba difícil, estaba solo, dentro de su tambaleante mundo, donde su profesión aún lo balanceaba más, y ahora debía mostrar una mente fría y afrontar lo que la muerte de su madre significaba.
Su madre, el pilar de su vida, la que siempre le acogió con ternura cuando decidió que quería hacer con su vida, cuando le dijo que era homosexual, cuando estuvo sumergido en una tremenda depresión por culpa de la vida algo excéntrica que llevaba, siempre dulce, siempre con él.
Y que iba a hacer ahora? Sabía que si quería hacer lo correcto, en recuerdo a su madre, debía afrontar la vida con valentía, con una sonrisa, como ella; pero como iba a lograr hacer eso él, cuando la melancolía era su mejor aliada. Parecía del todo imposible.
En ese momento Luís, el pequeño de 4 años cruzó corriendo la terraza mientras hacia el ruido de un avión, a la vez que volaba la maqueta del f-16 que tanto le gustaba a su abuelo. Un reflejo destellante de luz le dio directamente en los ojos, deslumbrándole. Y súbitamente una ráfaga de viento cerró de golpe la ventana abierta. Todo ello le hizo salir de su estado soñoliento, y mirar con los ojos bien abiertos a su alrededor. Este era su presente, debía enterrar a su madre y pensar en como enfocar su nueva vida, pues era evidente que ahora debía hacerse cargo del pequeño Luís. Su hermana no estaba en condiciones, nunca lo estuvo, de hacerse cargo de nadie, y aunque su vida era un caos, parecía la opción más lógica. Debía comenzar a pensar por dos, por ese niño que a tan corta edad lo había sufrido todo, debía de comenzar a ser sino su padre, su amigo. Debería cambiar su concepción de la vida, y mirar por el chaval. Pero como vivir en su céntrico piso de Chueca con un pequeño, en su vida cosmopolita y desenfrenada, como haría para encajar dos concepciones tan diferentes. Sí al menos algo de su entorno fuera más estable, podría ver más oportunidades, pero no veía futuro por ningún sitio.
De repente un llanto sonó desde el jardín, Luís estaba en el suelo llorando con la maqueta del avión rota entre las manos, y al mirarle y sentir miedo por ese pequeño solo en el césped y llorando supo que fuera como fuera sabría lo que hacer. Pudo ver a su madre sonriendo en el jardín, con su falda floreada y su sombrero de paja, socorriendo al niño, y haciéndole reír entre llantos. Y tuvo claro, que sí, su madre le había enseñado algo, aunque fuera difícil, le había enseñado a vivir.

domingo, 8 de mayo de 2011

Retazos y proyectos....

Retazo 1:



Caminaba deprisa por las calles de Madrid, la calle Serrano era una verdadera ginkana, entre las obras, la gente y el tráfico. Sus tacones tropezaban continuamente con los socavones de la acera, pero su cuerpo se contoneaba de manera grácil y sensual. Ella avanzaba con decisión, tenía una cita al final de la calle en menos de diez minutos, y tal y como iba avanzando de despacio parecía imposible culminar su aventura. En el fondo, más allá de su subconsciente, se alegraba. Esa reunión a la que asistía iba a cambiar el rumbo de su vida, tanto personal como profesional. Sin embargo dicho ansiado cambio ahora le aterraba. En los últimos días su vida había dado un giro de 180 grados. Su ajetreada existencia de los últimos años por fin vislumbraba el final del camino. Doce años dedicada en exclusividad al despacho, trabajando doce horas al día, sacrificando su vida personal y social, durmiendo escasas horas al día, y llenando su cuenta corriente por no tener tiempo para gastarlo. Pero hacia dos semanas un extraño hecho había cambiado su percepción de las cosas. Un recuerdo del pasado se había instalado de nuevo en su vida, descolocándole anímicamente.

Aquella mañana de domingo, aun con ojeras y con el maquillaje corrido se encontraba en la terraza de su ático desayunando, tras cinco escasas horas de sueño, debido a sus largas horas de reuniones del día anterior. El teléfono ya había sonado repetidas veces, pero se sentía incapaz de articular palabra. Por décima vez le sonó la alarma de la agenda, pero igual que con el teléfono, no quería ser consciente de las numerosas obligaciones, que con seguridad tenía ese día. La ducha fría la despejó un poco, y entonces decidió leer sus mensajes pendientes y comprobar que recados le habían dejado en el contestador del teléfono.
Tras monótonos mensajes de trabajo, una voz de hombre le daba una noticia que cambiaría sus siguientes pasos en su vida. Una voz del pasado la citaba esa misma tarde en el Hotel de las Letras. Al parecer para darle una información, que como él decía, la dejaría de piedra.
Anuló, o más bien ignoró todos sus temas pendientes y decidió acudir a esa misteriosa cita. A las cinco en punto entraba en el bar del hotel, vestida informal, sin ir demasiado desarreglada. Quería dar una sensación desenfadad pero distante. La voz del mensaje le adelantaba que le reconocería pues iría vestido con un elegante traje crema y sombrero marrón. En la mesa más cercana a la barra, un hombre se hallaba de espaldas a la puerta, y tenía sobre al mesa un sofisticado sombrero marrón.
Ella se acercó cautelosa por detrás del sillón donde el hombre estaba acomodado, pudo ver que en el suelo apoyado sobre las piernas del caballero, un grueso maletín de piel marrón.

Se presentaron con un fuerte apretón de manos, y tomó asiento frente a él.

- Señora Abad, llevo varios años siguiéndole la pista. Conozco absolutamente todo sobre su vida, donde estudió, donde ha vivido, quienes son sus padres, donde trabajó, los casos que ha llevado, cuantos ha ganado y cuantos ha perdido, así como quienes son sus amigos y quienes sus enemigos. Poco la voy a avanzar de mi persona, pues esta cita la incumbe a usted y no a mí. Pero como sería descortés no presentarme, solo la diré que trabajo como investigador privado para una familia que lleva años buscándola.

Tras esta fría presentación ella solo pudo contestarle que fuera lo más breve posible pues tenia muchos otros compromisos ese día. El modo en que él la había hablado la había puesto alerta, y no quería pasar mucho más tiempo sentada en esa silla, en una clara situación de desventaja, si era cierto todo lo que él acababa de decir.

- La situación es la siguiente: hace 20 años la familia para quienes trabajo localizaron su nombre entre los papeles de una herencia. En dichos papeles no se encontraba su nombre actual, sino el nombre con la que le inscribieron en el registro. Quizás la información que ahora le voy a decir la deje sorprendida, e incluso asustada, pero es necesario que escuche con atención y no me interrumpa. Si no conoce todos los datos, no encajará las piezas de este complicado puzzle. Usted nació en una pequeña localidad a las afueras de Berlín, su familia bastante humilde, inmediatamente la dio en adopción, su nombre real, o al menos con el que la bautizaron era Luilla Heiner. Dicha familia alemana, más que adoptarla, lo que hizo fue comprarla, pues esa familia humilde poseía algo que ansiaban por encima de todo. El trato fue usted y esa preciada posesión.
Nada más acogerla y junto al objeto adquirido, la mandaron con una familia española de confianza, pues en Alemania podría destaparse el delito cometido. Con dicha familia, los Abad, ha vivido usted sumida en la ignorancia de sus posesiones, y su origen. Dicho objeto ha ido siempre ligado a usted, y ahora esa familia alemana que en su momento la adquirió, quiere recuperar su compra.

El rostro de ella parecía relajado, pero sus manos se retorcían con nerviosismo, no daba crédito a lo que el estaba explicando aquel señor desconocido. Necesitaba tiempo para asimilar la información, y sobre todo necesitaba documentos para creer aquella versión descabellada de su supuesta vida. Y así se lo hizo llegar a su interlocutor.


Retazo 2:




Era una tarde de primavera, el sol no calentaba en exceso, Irma, una chica joven de aspecto frágil cruzaba el centro de Roma a toda prisa en su motocicleta verde. Llegaba, como casi siempre, tarde a la universidad. Pero aquel día era un día especial, pues sabía que tras las clases de aquella tarde todo su mundo daría un giro de 90 grados y su conocida y tranquila vida llegaría a su fin.
Mientras sorteaba coches, motos, turistas y se saltaba semáforos en ámbar, su mente rememoraba los acontecimientos de los últimos días, aquellos que habían hecho cambiar su existencia, y los mismos que esa noche iban a culminar.
Una tarde al comienzo del mes había conocido a Marta y a su grupo de amigos, aparentemente gente normal, dentro del ámbito universitario. Comenzó a salir con ellos, a conocerlos, y pronto se percató que no eran un grupo usual, que algún vínculo especial les unía. A los pocos días, y tras haber cogido la suficiente confianza, Marta se sinceró con Irma. Tras saber cual era aquel extraño secreto, y hacerla participe de él, Irma, por primera vez en su vida se sintió especial. Parecía como si su mundo tomará conciencia de la realidad, y todo bajo su perspectiva se vio modificado. No tardó ni diez minutos en convencer a Marta para que la incluyera en los planes del grupo, y aquella misma tarde se harían efectivos.
Las clases transcurrieron en un largo letargo primaveral, llena de somnolencia, y totalmente ausente. Su mente solo podía permanecer en coma, cogiendo fuerzas para la frenética actividad que iba a tener después.
A las 9 en punto acabó la última clase, y corriendo de nuevo con su moto cruzó rápidamente la ciudad, sabiendo que tenía apenas 15 minutos para llegar al lugar concretado. La Piazza Navonna se hallaba atestada de gente, hacia buena noche, y multitud de turistas estaban degustando sus cenas a la luz de las velas, y deleitándose con las fuentes de Bernini que protagonizaban el lugar. En la escalinata de acceso a Santa Inés, Marta, Marco, y Gulio se encontraban ya allí. Ataviados con ropas oscuras, y con mochilas al hombre, su inquietud se palpaba en el ambiente, sus cuerpos temblaban sin control, y sus manos estaban sudorosas. Sin embargo sus voces parecían querer transmitir la tranquilidad que estaba ausente en sus cuerpos. Cuando estaban los cuatro listos, comenzaron a caminar entre las callejuelas del centro de Roma, cruzaron la plaza del Panteón, y continuaron cruzando, dejando a la izquierda la Fontana di Trevi, ascendieron por la leve cuesta que accede al palacio del Quirinale. La plaza de acceso a la pinacoteca estaba desierta, sus puertas cerradas invitaban al visitante a volver al día siguiente. La puesta de sol que se observaba era maravillosa, el sol parecía estar escondiéndose tras la cúpula de San Pedro, ayudando así al grupo en su temerosa actividad.
En una furgoneta les esperaba Vicenzo, todo estaba preparado, podían comenzar.

Retazo 3:




En el bosque amanecía, y los pequeños duendes se desperezaban tras haber pasado toda la noche durmiendo. Muchos de ellos comenzaban su actividad recogiendo el agua del rocío aun fresquita, para luego conservarla a la sombra durante todo el día. Otros mucho recogían pequeños frutos, y otros de ellos se iban al bosque para coger diferentes elementos que mantendrían sus casitas bien habilitadas. Así comenzaba el día en el bosque. Los animales ya salían de sus guaridas para salir a cazar, o a bañarse, retozando sobre el musgo húmedo con los primeros rayos del sol. En ese bosque vivía Greyli, una elfa del bosque, única en su especie, que habitaba desde hacia miles de años aquel lugar ancestral. Conocía a todos los personajes que en él vivían, estaba al tanto de todos sus problemas y alegrías, y era considerada la consejera oficial del entorno. Era de alta estatura, elegante y estilizada, sus rasgos alargados imponían severidad, pero también confianza. Y tenía un gesto en el rostro que la llenaba de amabilidad, haciéndose sentir a gusto a todo aquel que hablaba con ella, o se hallaba cerca.

Esa mañana Greyli salió de su cabaña a dar un paseo, y se dirigió al pueblo de sus pequeños amigos. Mientras caminaba iba replanteándose su vida. Hacía años que estaba sola, no sola en el bosque, ni en el mundo, sola en su existencia, sola en su especie. No hallaba comprensión, ni tranquilidad en ninguno de sus amigos, todos la escuchaban, pero nadie la entendía. Era lógico, pensaba ella, nadie lleva mi alma, nadie conoce a mi pueblo, y mi raza siempre ha sido extraña y desconocida, y sobre todo muy especial.

Con dichos pensamientos llegó al pueblo de los duendes. Allí estaba Farly, y Lully, sus mejores amigos dentro del bosque. Se sentó al lado del río, y ellos se subieron a su regazo.

- Hola Greyli, vendrás esta noche a la fiesta? Ha llegado la primavera y por fin todos nuestros deseos se podrán hacer realidad.- le comentó Lully, una duende de cabellos rubios y revueltos, y de preciosos ojos verdes.
- No lo se, Lully, últimamente no se si es por la primavera, o porqué me encuentro muy desanimada, no tengo muchas ganas de nada. Ya sabéis que es lo que me pasa.

En ese momento el cielo se oscureció, todo lo que había alrededor de la elfa se diluyo, y desapareció, quedando solo ella iluminada

miércoles, 4 de mayo de 2011

Vamos a contar mentiras tra, la, la....


Como veo que está de moda, he decidido que yo también voy a contar mentiras, y además intentaré hacerlo con más elegancia que los periódicos y que los señores del otro lado del Atlántico, que de ver tantas películas se han creído en una, pero de las que tienen final cutre, y la trama no hay quién se la crea.
Si hace tiempo valoraba mi capacidad de abstracción, y me vanagloriaba por alejarme de los periódicos y de las noticias en general, con el tiempo solo consigo reafirmarme en mis elecciones.
Recordáis que hace unos meses hablabamos de dos presidiarios a los que iban a pagar un tratamiento de Fecundación in Vitro, hoy el tratamiento no ha ido bien, pero han logrado que estén en una misma prisión, eso si antes se han gastado unos 20.000 euros del fondo comunitario.
Del tema del etarra que de segundo nombre es Pancho el perro de la lotería del que nunca más se supo, mejor no hablamos.
Y el lunes leemos y vemos en las noticias que han asesinado a Bin Laden, primero me digo para ser día 28 de diciembre hace mucho calor, y la broma no es de buen gusto. Pero según avanza el día mi cabeza, la cual tiene como mala costumbre pensar, comienza a darle vueltas a la noticia. Y finalmente lo mejor que puedo hacer es cerrar el periódico o la página donde estoy leyendo porqué para leer ficción, mejor leo novelas, mejor trazadas y con las cuales disfruto más. La realidad siempre supera la ficción, y lo de EEUU no se lo traga nadie. Y si ya de por sí creo que me mienten, como ya me sucedió hace 10 años con la catástrofe de Nueva York, ahora directamente lo hacen tratándonos a todos como si fuéramos ovejas ignorantes, y como si todos renegáramos de la naturaleza inquieta del ser humano para pasar a ser meros borreguitos. Pues lo siento, no soy un borrego, y lo único que puedo hacer es dejar de leer algunas cosas que solo me indignan, y además me aterran, porqué da fe de la gran locura que gobierna el mundo en el que vivo.